El turismo rural está en auge: muchos pequeños empresarios han remodelado antiguas casonas para acondicionar hoteles a precios muy competitivos con un denominador común: el acercamiento a la historia, naturaleza y familia.
Tradicionalmente, veranear en la casa del pueblo era casi peyorativo: indicaba una falta de recursos económicos que impedía al veraneante acercarse a destinos turísticos, paquetes vacacionales de hoteles, piscinas y playas, en definitiva, adolecía de glamour.
Sin embargo, no sólo ha cambiado esta visión del turismo rural, sino que muchas personas habituadas a vivir en grandes ciudades optan por planificar unas vacaciones tranquilas, fuera de aglomeraciones, ruidos y contaminación, y recurren al turismo rural como medio de desconexión y acercamiento a la naturaleza.
La principal consecuencia es el desbordante aumento de la oferta turística en localizaciones rurales, creando un sector de turismo propio y muy reconocido que el consumidor busca activamente.
Las características comunes en estos establecimientos son:
- El gusto por los ambientes tradicionales, remodelando antiguas casas de pueblo y dotándolas con todas las funcionalidades de la vida moderna.
- El compromiso con la naturaleza y planificación de actividades como el senderismo, paseos a caballo o visitas guiadas a paraísos naturales.
- La apuesta por las vacaciones en familia.
- Precios ajustados, que permiten a cualquier bolsillo disfrutar de un alojamiento adaptado a sus posibilidades.
El resultado: pueblos olvidados que vuelven a surgir en el mapa de nuestro país.